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La bruma aparece como vehículo conceptual para una reflexión musical en torno a la memoria, a la pervivencia de lo escrito. La idea sonora que, una vez formulada (nombrada), deja una huella profunda, imposible de borrar definitivamente aunque se superponga otro contenido (a modo de palimpsesto sonoro). La difuminación aparece así como un recurso para la plasmación de una pérdida sólo aparente. En una constante reinterpretación, unos segmentos discursivos solapan a otros, mientras que –en un plano más profundo o en fugaces apariciones- emergen como un espectro en la bruma.
Este juego de solapamientos y reinterpretaciones cíclicas de las mismas ideas musicales toma como punto de partida una estructura formada por siete segmentos, caracterizados en base a preponderancias tonales y texturas específicas. Mediante un proceso de reordenación estructural, los segmentos van evolucionando según sus homólogos inmediatos. Se podría decir que la técnica compositiva consiste en tomar un organismo vivo (la estructura inicial, portadora de un discurso específico y autónomo) para ir produciendo mutaciones que dan lugar a diferentes apariencias, siguiendo un proceso determinado previamente. Sin embargo, estas transformaciones no se producen mediante procedimientos de variación o desarrollo, sino que la idea inicial es tomada de manera íntegra para ir borrando paulatinamente sus contornos más evidentes y haciendo que otros se ramifiquen y proliferen en distintas direcciones. Así, finalmente, un nuevo contexto sonoro emerge, en un trazo que tiene que ver cada vez menos con el original salvo en sus marcas más profundas, aquellas que han logrado convertirse en huella indeleble, en memoria.
En este proceso, que se produce en cuatro ciclos o secciones, las transformaciones que a lo largo de la obra se producen en el plano tonal van conformando una estructura melódica que se expone finalmente en la última sección. Una forma melódica que se muestra como una brisa leve que va disipando lentamente la niebla, levantando el velo de un rostro hasta entonces sólo intuido. Una memoria que, sin embargo, se percibe sólo como un detrito, la sombra borrosa, inaprensible y esencial de una evidencia pasada. |